Cuaderno de Bitácora

El 20 de abril, la breve escala en el minúsculo archipiélago perteneciente a Australia al sudoeste de Indonesia les dio un respiro a los cinco adolescentes del programa socio-cultural “Jóvenes en el mar” luego de una semana de navegación durante la cual se fueron aclimatando algunos mejor que otros. Respiro corto ya que había que seguir navegando entre las Islas Cocos y Mauricio.

El 21 de abril, dejamos atrás las Islas Cocos con un mar calmo y un tímido viento del este de 2-3 nudos a vela para atravesar el Océano Indico. Al día siguiente, 22 de abril, el viento aumenta suavemente pero no lo suficiente como para inflarlas. Este comienzo hace que sea un aprendizaje al timón para los jóvenes del programa. La tripulación les enseña a seguir el rumbo y entender los caprichos del viento, y así aprenden a jugar con los parámetros, a sentir el velero, se inician en el arte de anticipar la llegada del viento. La navegación se transforma en algo más complejo y sutil. Los jóvenes se enriquecen con estas nuevas experiencias.

Progresivamente el cielo se cubre y comienza a llover en el puente. “Ahí viene” exclaman los marineros para anunciar su llegada. Con una fuerza de 4-5 nudos, aún es moderado, luego de manera más sostenida. El mar también se transforma. Y pronto, ya no es diversión en el timón, se terminan los ejercicios de los jóvenes, dejándolo en manos de los que entienden para hacer frente a decisiones críticas. 

Una tormenta tropical se forma más al oeste en nuestra ruta y llega a nosotros. Y al mismo tiempo el parte meteorológico que recibimos cada mañana y que nos permite anticiparnos, no llega debido a un desperfecto técnico. Con este clima de tensión, la opción es virar y escapar a motor, rumbo norte a 340. La elección drástica nos trae tranquilidad. Las gotas son muchas, pero de a poco, el viento se reduce, el cielo azul va apareciendo, y los arcoíris que colorean el horizonte son como un bálsamo en el corazón del equipo que está a cargo de la navegación. Los jóvenes transforman la pregunta de fondo en música…. “¿Cuánto falta para llegar a tierra?”

Pasadas las inquietudes debidas a la meteorología, otras preocupaciones toman la posta. Debilitada por los rayos UV y los incesantes golpeteos de los primeros días después de la partida de las islas Cocos, una de las bandas de la vela mayor se rompe al nivel del tercer rizo. En cubierta, a cielo abierto Iffick pone manos a la obra junto a Inès para repararla.

Privados de la vela mayor que ayuda a estabilizar el barco, vamos de borda en borda, pero sin perder velocidad. El promedio de millas no se verá afectado. Cuando el viento se calma demasiado, con la vela triangular en la parte superior del mástil principal, logramos una velocidad aceptable, las reparaciones continúan tanto en la vela mayor como en el desalinizador que da señales inquietantes de debilidad, sobre el motor del Zodiac, o en las luces de señalización. ¡No es hasta el 6 de mayo de 2018 que Flor de Pasión navega con todas sus velas en un mar con olas de espuma blanca y con un viento los suficientemente fuerte como para avanzar a buena velocidad! Rumbo a la Isla Mauricio.

En los días anteriores a nuestra llegada un faetón de plumas rojas, pájaro de mar se acerca como loco y cae en cubierta noqueado. Parece que algo lo lastimo y pierde algunas pequeñas plumas. Le faltan fuerzas, pero el mar lo llama. Sus alas son bien grandes para remontar vuelo. Gracias a la ayuda de Aloys, la ilustradora que viaja con nosotros, lo levanta y lo ayuda a remontar vuelo.

10 de mayo, el último día de navegación a comenzado. Hace casi un mes que nuestros pies no pisan tierra firme. De pronto escuchamos un grito: “Waouuuuuu” una piedra!! Es la isla de las Serpientes a una docena de millas al noreste de Mauricio, señal que nuestra llegada es inminente.

En efecto, al día siguiente, 11 de mayo, Flor de Pasión amarra en Puerto Louis, sobre la costa noreste de la isla. Estamos raramente contentos de ver un horizonte no plano y uniforme como el del océano sino recortado y urbanizado….