Cuaderno de Bitácora

Este lunes, 14 de septiembre, el Flor de la Pasión se ha hecho de nuevo a la mar, con rumbo a Buenos Aires, luciendo un nuevo juego de velas que, por fin, ocupan su lugar tras multitud de peripecias,

y tras varias semanas de escalas en Río, y en Paraty, dedicadas a trabajos de mantenimiento y a preparativos antes de emprender el descenso hacia las latitudes australes.

Decir que estas velas (vela mayor, de mesana y tres foques) se han hecho esperar, es poco decir. La empresa North Sails, que nos patrocina, las fabricó en Sudáfrica y deberían haber llegado a Sevilla esta primavera, antes de la salida de la expedición, pero no consiguieron enviarlas a tiempo. Dos semanas más tarde, debido a cuestiones logísticas, se perdieron la escala en Las Canarias y después en Cabo Verde. Cuando el Flor de la Pasión arribó a Brasil, contingencias administrativas varias retrasaron su llegada a bordo. Hasta este bendito día, viernes 11 de septiembre, cuando por fin las recibió y las colocó en su sitio la nueva tripulación (la tercera, en virtud del sistema de rotación que se dispuso desde Sevilla) guiada Sébastien, el capitán; Iffig, su contramaestre bretón desde hace varios años, y Jean-Jaques, el tercer oficial de cubierta.

Estas nuevas velas sustituyen a las anteriores —venerables, pero exhalando ya su último aliento (si se permite la comparación)— que se montaron en el 2009 y que llevaban encima unas 100 000 millas; es decir, más de… ¡4 veces y media el perímetro terrestre! Desde la fecha mencionada surcaron el Mediterráneo, el Atlántico, el mar Rojo, el Báltico y el mar Caribe, pero en estas últimas semanas de su azarosa existencia, cuando en la primavera, el Flor de la Pasión cruzó el océano Atlántico, siguiendo la estela de Magallanes, para bordear luego las costas brasileñas, nuestras viejas velas dieron mucha guerra a la tripulación, que hubo de coserlas y recoserlas; la vela mayor, en concreto, se desgarró varias veces y hubo que coserla con grandes esfuerzos, que, además, pronto resultaron vanos por obra y gracia de un nuevo golpe del destino… algo que recuerda Vincent muy bien, ya que él se pasó largas horas en Salvador de Bahía realizando lo que, en una noticia anterior, bautizamos como «trabajos de baja costura», como contraste a los de «alta costura», efectuados en alta mar por Pietro unas semanas antes…

Por todo ello, en estas condiciones, el haber instalado las nuevas velas es un doble placer. ¡Que el viento que las empuje les sea propicio en la bajada hasta Buenos Aires y en el estrecho de Magallanes! ¡Y para lo que queda de expedición!